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La ruta en zona de prados

El camino parte del cercado de Paca y Tola, donde el arroyo Picarós cruza la Senda del Oso. A este punto se puede acceder desde Proaza o desde el área recreativa de Buyera. Es un camino ligeramente ascendente que sigue el arroyo hasta la foz, donde se desvía adentrándose en zonas de prados y pequeños bosques en dirección a Serandi. El camino cruza el pueblo y continua hasta Villamejín por una zona de pastizales, regresando a Proaza por la carretera.

Toda la zona se caracteriza por el paisaje kárstico. El carbonato cálcico de la roca caliza que domina el área se va disolviendo por acción de agua ligeramente acidificada por el dióxido de carbono de la atmósfera y del suelo.

Las aguas subterráneas disuelven la caliza, formando galerías y cuevas que al hundirse forman dolinas y cañones; las aguas superficiales los moldean desde el exterior. Es un proceso lento pero constante.
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Regatu Picarós.
La caliza también influye en la vegetación predominante. Es una roca muy porosa que no retiene bien el agua: en temporadas de poca lluvia aparecen las sequías cuando el suelo no está bien desarrollado. El pH alcalino de estos suelos también caracteriza la vegetación. En las laderas más inclinadas y soleadas y con suelos esqueléticos encontramos bosques de encinas, especie bien adaptada al frío, a las sequías y al calor estival. En estos microhábitats se refugian de las características ecológicas del resto de Asturias, poco adecuadas para las especies mediterráneas.
La ruta discurre en su mayor parte por laderas con menor inclinación y suelos más profundos, dominando los prados y pastizales aunque también aparecen pequeños bosques de castaños y carbayos y pequeñas plantaciones de eucalipto. Se encuentran también especies asociadas a los microhábitats con encinas, como la zarzaparrilla, el rusco o la rubia. 


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Otro aspecto interesante es la vegetación de los muros que bordean parte del camino. En ellos encontramos tanto especies que toleran sequedad y los suelos pobres en nitrógeno, como ombligo de venus y rubia, como especies que necesitan sustratos ricos en nitrógeno, como la falsa ortiga y la celidonia. Además, en zonas con mayor aporte de humus encontramos especies típicamente acidófilas, como el brezo vizcaino, la carrasquilla azul y la violeta.

Respecto a la fauna, por la mañana son los pájaros los que más llaman la atención por estar más activos: mirlos, zorzales, petirrojos, chochines, carboneros, carpinteros, currucas, arrendajos, cornejas, urracas y un largo etcétera. Cuando el sol comienza a calentar aparecen las lagartijas y al zumbido madrugador de los abejorros se le une el de las moscas y las abejas y el vuelo elegante de las mariposas. Otro habitante característico es el caracol Pomatias elegans, nuestra especie del mes.

Acercarse al camín de Picarós es una buena excusa para conocer y aprecira un poco más la diversidad natural que nos rodea. Esperamos que os guste el paseo.
 
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Monasterio de San Salvador de Cornellana
Este mes os recomendamos la Senda del Salmón. Es un camino fácil y apto para todos los públicos que parte de Cornellana siguiendo la orilla occidental del río Narcea. Nosotras lo realizamos uno de los pocos días de otoño de los que disfrutamos este año; la lluvia no nos impidió disfrutar del día.

Lo primero que llama la atención es el Monasterio de San Salvador de Cornellana, donde comienza la senda. Es una magnífica construcción románica con posterior remodelación barroca y asentada sobre una antigua villa romana.

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Río Narcea
Caminando a la orilla de un Nonaya enbravecido por las lluvias de esos días, apreciamos algunos ánades reales y un par de garzas reales, además de alguna lavandera cascadeña y petirrojos. Todo ello a través de una pantalla de sauces, álamos, arces y frenos.

Los equisetos y las zarzas forman el estrato arbustivo mientras que los prados y tierras de cultivo ocupan la mayoría del paisaje, aprovechando los depósitos de materiales dejados por el río. Las setas, que tanto abundan este otoño, ya habían echo su aparición.

A nuestra espalda contemplamos los depósitos fluviales dejados por el Narcea y el Nonaya en los últimos miles de años, unas terrazas que nos permiten intuir los niveles por los que los ríos discurrían en el pasado.
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Patos en el Narcea
No muy lejos de la desembocadura del Nonaya en el Narcea pudimos observar una nutria a cierta distancia y un cormorán en vuelo. Todavía quedaban zapateros patinando por la superficie de las aguas remansadas.
Nos llamó la atención la gran concentración de plantas invasoras, tanto en su diversidad como en su abundancia. Identificamos cuatro especies en menos de un kilómetro (Reynoutria japonica, Tradescantia fluminensis, Oenothera glazioviana, Crocosmia x crocosmiiflora)todas ellas mencionadas en P*2009 (Jardín Botánico Atlántico – Gijón) y también Phytolacca americana, otra especie exótica no considerada en los catálogos de plantas invasoras, pero que empieza a preocupar por la gran extensión que está ocupando en la naturaleza.

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Phytolacca americana